22 de septiembre de 2007
La hipocresía de la derecha chilena, la baja dólar y el modelo exportador
Tarde y con la hipocresía que los caracteriza, los que impusieron el modelo económico de la mano de la dictadura, se han manifestado preocupados porque la caída del tipo de cambio, en cuanto al dólar se refiere, ya que estaría, según ellos, poniendo en jaque al sector exportador y por ende al modelo económico chileno casi en su totalidad.
El desplome de la moneda norteamericana, ha dicho el jefe de la UDI, Senador Hernán Larraín," está amenazando en su existencia nuestra economía exportadora, está agravando la situación de algunos sectores productivos en Chile, como la agricultura, en una forma que puede ser irremediable”. Se olvida o se hace el tonto a propósito acerca de la responsabilidad que a su sector le corresponde en la implementación en chile de un sistema económico absolutamente dependiente de las exportaciones de materias primas, sin valor agregado, con pobre impacto en la creación de trabajos estables y de calidad y enfocado solo a las utilidades que a partir de la economía primaria obtienen los grandes empresarios del sector y la transnacionales avecindadas en nuestro país.
Han llamado, por lo mismo, al gobierno, a intervenir para remediar el asunto y salvar al sector, olvidándose hipócritamente, de la defensa que su sector hace siempre de la libertad con que el estado debe dejar funcionar a los mercados, negándose permanentemente a cualquier intervención para corregir las imperfecciones propias de un modelo perfecto, cuyas leyes, en la práctica, desaparecen. A ellos se han sumado los gremios empresariales del sector, liberales solo cuando les conviene y tremendamente estatistas cuando sus utilidades peligran.
Para compensar este efecto, han propuesto que el gobierno contenga y reduzca el gasto, es decir, deje de atender las necesidades sociales para proteger a los pobres empresarios que, cuando la libre competencia no los favorece, vuelven a mirar al estado para pedir socorro y se olvidan que son ellos, según sus propias definiciones, el motor fundamental de la economía.
Tan absurda resulta su propuesta y su argumento, como culpar a los argentinos de la crisis energética que vive permanentemente nuestro país, como si el día de mañana, ante una eventual alza significativa del consumo interno de cobre en chile, el gobierno fuera a preferir proveer a las empresas extranjeras en detrimento del consumo interno para cumplir los compromisos comerciales rubricados.
En ambos casos la responsabilidad recae exclusivamente en quienes han optado por un sistema económico de apertura global, tremendamente vulnerable a las turbulencias económicas mundiales y que ha dejado en el olvido la segunda fase exportadora, tantas veces prometida y en el caso de la crisis energética, han pensado solo en un tipo de matriz energética casi exclusivamente en base a materias primas que Chile no posee y que, por lo mismo, depende casi exclusivamente de factores externos, renunciando en ambos casos a desarrollar fuerza propia tanto para asegurar el funcionamiento de la economía con un modelo que ponga el énfasis en la creación de un sector industrial capaz de agregar valor a nuestras materias primas como para desarrollar una matriz energética diversa, sustentable y medioambientalmente amigable, objetivos ambos para los que Chile posee características formidables.
Claro que para ello debiéramos partir contando con una clase política y empresarial con visión estratégica y centrada en un proyecto nacional de desarrollo al servicio de Chile y su gente, con justicia social, igualdad de oportunidades, democracia y equidad y no con una casta de actores políticos y empresariales solo centrados en su reelección y en la rentabilidad individual o familiar de corto plazo.
De la misma manera debiéramos exigir a los actores políticos que tengan un mínimo de coherencia entre sus postulados y sus propuestas porque tratar de estar siempre del lado en donde calienta el sol es una mala costumbre que desprestigia la política y desmotiva, sobre todo en las nuevas generaciones, la tan manoseada participación.